Introducción
La confirmación experimental de los principios de la física cuántica teorizados a lo largo del siglo XX apunta a una noción nueva de la materia y de la naturaleza misma, una noción irreconciliable no solo con nuestra vigente visión del mundo -inspirada en la física clásica newtoniana- sino también con la teoría de la relatividad general de Albert Einstein. Formularemos la hipótesis según la cual la divulgación y en consecuencia la amplia impregnación social de los numerosos hitos experimentales de la física subatómica se asemeja al funcionamiento de las llamadas instancias intermediarias entre lo socioeconómico y lo cultural tal como fue teorizado por Edmond Cros (2011) a propósito de los hallazgos de la óptica fisiológica de Hermann von Helmholtz, que conformaron el campo cultural de la abstracción pictórica (Kandinsky), la propuesta de Ferdinand de Saussure y la teorización freudiana.
Esbozamos una transposición de aquella propuesta crosiana hasta el primer tercio del siglo XXI, donde los hallazgos científicos de la física cuántica ocuparían el lugar de la óptica de Helmholtz. Ante la multiplicidad de los campos culturales implicados, nuestro objetivo es observar la complejidad de los mecanismos que incorporan lo socioeconómico en las estructuras textuales mediante estudios de caso. El marco teórico amplio es, en última instancia, la articulación de la infraestructura económica con los principales campos culturales de la sociedad. No obstante, para delimitar este abordaje, las conexiones que sugerimos a modo de hipótesis serán:
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La influencia, funcionamiento y transcodificación social y textual de los hallazgos experimentales en torno a los principios cuánticos de complementariedad, incertidumbre y superposición.
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Su conexión con casos concretos como el de la extensión social de conceptos ideológicamente problemáticos como Realidad Virtual, Metaverso e Inteligencia artificial promovidos desde el capitalismo financiero tecnológico.
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La problematización social y artística del dualismo realidad/ficción, con especial atención a la separación entre ficción y documental cinematográficos, siempre en el marco de su propia historia sociodiscursiva.
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La conexión del ideologema posverdad con la instancia intermediaria que denominamos física cuántica en paralelo a la interpretación del declive patriarcal en tanto que debilitamiento de la metáfora.
El esquema analítico de Edmond Cros contiene en primer lugar, una redefinición de la noción marxista de formación social como la coexistencia en un momento determinado de varios tiempos históricos. Esta vinculación ocurre en un sistema gobernado por la hegemonía de uno de sus elementos, el tiempo presente. Esta formación social genera un segundo sistema, la formación ideológica correspondiente que más que moverse al ritmo del primero, evoluciona en relación con su propia historia. Idéntico rasgo asíncrono se da en las relaciones entre lo ideológico y el nivel discursivo, depositario último del material socioeconómico.
Por otra parte, este complejo proceso de incorporación de la historia al texto funciona con un triple juego de mecanismos de mediación cada uno con ritmo propio: un primer movimiento desde un sistema infraestructural a un segundo, el ideológico y de éste, a un tercer movimiento conducente a lo discursivo. Es en el siguiente nivel donde existen las denominadas instancias intermediarias. Algunas de ellas se nos presentan acordes al tiempo hegemónico presente y otras como avanzadas, atrayendo ambas a las instancias atrasadas.
Escapan al alcance de nuestra propuesta inicial las potenciales repercusiones en la filosofía, la teología y en el mundo de las artes. Desde la atonalidad musical al replanteamiento arquitectónico de todo edificio como una oposición interno / externo, pasando por el dualismo pictórico línea / forma, la llamada autoficción en literatura, la expresión poética contemporánea y otros muchos territorios del campo cultural explorables desde nuestra hipótesis en este primer tercio del siglo XXI.
La física cuántica
La divulgación científica a través de titulares, artículos de prensa, periodismo especializado y libros escritos por científicos ha generado una intensa resonancia social y cultural de los avances en el campo de la física en general y, en particular, de la física cuántica. Desde la segunda mitad del s. XX hasta la actualidad el potencial ideológico de la divulgación científica para impregnar nuestra visión del mundo ha contado además con el apoyo de los medios audiovisuales y del rol multiplicador de Internet (Jou, 2002).
El llamado modelo estándar de la mecánica cuántica y la relatividad general einsteniana constituyen los dos pilares teóricos fundamentales de la física contemporánea. Si bien su teorización atraviesa al completo el siglo XX, su divulgación y entrada en la cultura popular es más reciente y detona en parte como consecuencia de la demostración experimental de algunos de sus planteamientos. Así, el emblemático hallazgo del Bosón de Higgs en 2012 - teorizado 50 años antes- solo ha sido posible tras la construcción del Gran Colisionador de Hadrones (CERN). La primera fotografía de un agujero negro (hasta entonces una mera instancia teórica) data del año 2022. La demostración del llamado entrelazamiento cuántico se realizó en 2017 conectando satélites y estaciones receptoras separadas por miles de quilómetros. La detección de las ondas gravitacionales (que Einstein teorizó en 1915) se produjo en 2015, mediante otro gran artefacto tecnológico (el LIGO) y ha tenido consecuencias muy relevantes también en la física de partículas.
Las tres claves conceptuales de la teoría cuántica serían la granularidad, la probabilidad y las observaciones (Rovelli, 2002, p. 43) y manan de los principios cuánticos que originan esta nueva y desconcertante visión de la naturaleza:
En primer lugar, el principio de complementariedad, formulado por Niels Bohr implica la imposibilidad de aprehender lo que existe a causa de que la realidad que percibimos no es la que está cuando dejamos de observarla. La esencia objetiva de las cosas consiste en una estructura y no es algo material. Dos descripciones contradictorias son por lo tanto coherentes. Este principio debilita la validez universal del esquema mental empírico del que nos servimos cotidianamente. Los nuevos principios no se pueden expresar de forma visual lo cual conlleva una superación de la mera tridimensionalidad establecida desde Giotto y Da Vinci. El hecho de que las partículas elementales de cierto tamaño no tengan forma de punto, sino que sean estructuras cancela nuestra aprehensión de la realidad, ligada a la representación racional y puntiforme. Ante una naturaleza ya no visualizable hemos de pasar a una representación puramente matemática. La teorización de Planck condujo a las demostraciones experimentales recientes de que la naturaleza no se construye de manera continua (como describía la física mecanicista) sino que ocurre “de manera discontinua, a saltos, impredecible”. Hemos de pasar del determinismo a la probabilidad, dejando en el camino nada menos que el “venerable principio de causalidad” (Gebser, 2011, p. 532, p. 211, p.541).
En segundo lugar, el principio de incertidumbre formulado por Heisenberg en 1927 descubre que la indeterminación es la propiedad general de todo sistema cuántico. Esta indeterminación fundamental de la naturaleza implica la abolición de cualquier realidad sólida profunda. El principio de incertidumbre rompe el viejo mundo que separaba el sujeto observador de lo observado, cancelando la idea de lo objetivable. Estamos ante la evidencia de que la observación crea lo observado. Según este desconcertante indeterminismo las propiedades de las partículas subatómicas no existen antes de su observación. Es la medición, la intervención del observador la que define el estado cuántico. Inevitablemente esta fractura arrastra a otros dualismos de gran arraigo, como mundo/hombre, sujeto/objeto, y desde luego, la separación realidad (factualidad) / ficción, que abordamos parcialmente.
En tercer lugar, la superposición cuántica demuestra que una partícula subatómica puede tener dos estados simultáneos pero diferentes más allá de la capacidad del cerebro humano para percibirlo. Se produce cuando están presentes juntas dos propiedades contradictorias. De ello se deriva que la probabilidad es una propiedad fundamental de la naturaleza. El electrón está no estando en un lugar ni en otro, en cierto sentido está en ambos lugares, este principio es para Dirac la base conceptual de la física cuántica.
Realidad virtual, metaverso e inteligencia artificial
La sociocrítica analizó la dimensión ideológica de la expresión Realidad Virtual en paralelo a la de Tiempo Real en tanto que ideologemas y el modo en cómo -en su permanente indefinición- han dominado el discurso social de las últimas tres décadas. Observó también las condiciones sociohistóricas del periodo temporal de su vulgarización (1970-1989) y su poderosísimo cuestionamiento implícito de la realidad.
El esquema de las dos expresiones es el mismo. Tiempo real / Realidad Virtual: el mismo paralelismo acentúa el alcance de la equivalencia enunciada: lo real = lo virtual / lo virtual = lo real. El sujeto viene constantemente solicitado por lo virtual que, poco a poco, lo va apartando de la realidad cotidiana. (Cros, 2013).
De entre las más de cincuenta definiciones de Realidad Virtual con las que ironiza Jaron Lanier, uno de sus pioneros y más finos pensadores, elegimos dos: en primer lugar, los mundos llamados virtuales serían
Productos de entretenimiento que crean la ilusión de otro lugar, otro cuerpo u otra lógica de funcionamiento del mundo”. En segundo lugar, se trataría de una “Tecnología que incita al cerebro a rellenar los huecos y a pasar por alto los errores de un simulador, con el objetivo de que una realidad simulada parezca mejor de lo que debería. (Lanier, 2019, p. 186, p. 279).
No es difícil inferir por tanto la desestabilización de la idea de realidad. Una realidad (lo simbólico y lo imaginario) que pierde su solidez en una oceánica inmaterialidad que impregnará -amén de lo infraestructural financiero- lo discursivo, los signos sociales y desde luego, nuestra simbolización de aquello que experimentamos a través de los dispositivos de Realidad Virtual.
Considero esta pretendida expansión de la realidad (virtual, aumentada, mixta) a medida de ese cuerpo llamado poshumano como filosóficamente poco defendible, entre otras cosas, por obviar que el cuerpo no es sino una construcción simbólica e imaginaria (en sentido lacaniano) posterior al nacimiento del organismo. El cuerpo es el resultado de añadir al organismo los signos producidos en la relación del sujeto con el Otro tras la fase del espejo. En consecuencia, la Realidad Virtual empieza materialmente en el cuerpo del sujeto, no en su organismo.
Propongo a consideración el ideologema metaverso. Se trata de un término tomado sintomáticamente de la ficción Snow Crash (Stephenson,1992), novela que describe un paradigma de futuro en el cual lo virtual digital abandona su carácter instrumental para devenir sustituto ontológico del universo que habita la humanidad. El universo, es decir, el conjunto de todo lo que existe, decae de su propia condición para ser imaginado en convivencia con un más allá (esta es la etimología de meta-) sintético, digital, una suerte de maquinaria de trascender, que decreta un delirante final de los límites. Pero este mito tiene bien poco que ver con la realidad de lo que podríamos llamar técnicamente metaverso.
Se ha denominado afectocapital a una modalidad del capitalismo tardío centrada en dar forma a los afectos y deseos de los cuerpos, en dar cuerpo a los sujetos afectivos (Del Val, 2010). Se trata de una modalidad de poder sigilosa que entra en nuestra corporeidad de modo no verbal mediante el contagio de sus dispositivos. No tanto por la estandarización de los contenidos como de las anatomías sensoriales que son su condición de posibilidad. Cada interfaz distribuye un tipo de anatomía sensorial estandarizada que funcionará como maquinaria de producción afectiva.
Los dispositivos digitales generan cartografías parciales y arbitrarias de la realidad, imponiendo una ficción tecno-política que estandariza anatomías sensoriales. En cierto nivel, los llamados metaversos no son sino actos performativos del lenguaje que producen aquello que dicen (Austin, 1990), su realidad no es aumentada sino reducida, es una abstracción a mera información. Recordemos que el concepto interfaz es subsidiario del dualismo cuerpo-mente, entre los que se le atribuye la potestad de mediar. Pero, si cancelamos este binarismo mente-materia, aparecerá ante nosotros otra cosa.
Toda interfaz entendida en sentido amplio (ratón, teclado, pantalla, móvil, sensores, las gafas de Realidad virtual) sin olvidar el cine, la música, la pornografía o el diseño de software, constituyen lo que Del Val, en alusión al panóptico de Bentham, denomina lo pancoreográfico, entendido como el conjunto de dispositivos que disciplinan el movimiento de los cuerpos a modo de violencia extrema no verbal. Esta perspectiva nos lleva a la analogía entre las gafas de Realidad Virtual y una venda en los ojos y sus mandos y sensores como meras ataduras corporales.
La desvalorización de la presencia corporal reforzada tras la pandemia del COVID-19 nos ha recordado que solo la presencia conecta mediante sus rituales nuestro sentido de pertenencia al mundo, al grupo y a la sociedad. (Ubieto, Arroyo Moliner, 2022). El ritual es por definición colectivo. El metaverso genera conexiones, no vínculos, porque no todo en el cuerpo es simbolizable, hay una componente real. El mito inducido ideológicamente es la sustitución de lo presencial por lo virtual, su coexistencia ha de moverse desde las necesidades humanas y no desde la lógica del lucro de los gigantes tecnológicos.
Ideologemas como Metaverso y Realidad Virtual se anclan en el concepto de un supuesto potencial inmersivo de la tecnología inédito en la historia. Retomo a consideración la idea de esta llamada inmersión como procedente menos de lo sensorial, del potencial del dispositivo o de la neurología y más de los procesos dramáticos de identificación de la poética clásica, sin olvidar el estatuto kleiniano del juego infantil. Ninguno de estos nuevos dispositivos supera en nada el potencial inmersivo de la lectura silenciosa, o de la oralidad literaria, por ejemplo. Esta dilucidación nos ayudará a aislar la Realidad Virtual como fantasmagoría ideológica evasiva ante la demostrada desmaterialización -aquí diríamos cuántica- de la naturaleza, prescrita a su vez por el ideologema poshumano.
Otra de sus realizaciones sería la llamada Inteligencia artificial, entendida como una serie de productos textuales carentes de significado pese a su coherencia lingüística simulada e imitación de sesgo humano. Explotan la tendencia humana a atribuir sentido a textos que no son sino la combinación de patrones formales estadísticos de gran componente aleatorio. De ahí su sesgo propagador de ideologías hegemónicas. Conviene no perder de vista que, la estructura del ideologema Inteligencia artificial, al igual que la del resto de los mencionados en este trabajo, transporta en su propia condición de oxímoron, una llamativa autocancelación de su pretensión de significar. Habría que añadir además que la atribución de cualidades biológicas humanas a objetos inanimados no es sino mero animismo, una aproximación al mundo perteneciente al pensamiento mágico, a un periodo superado de la historia de la conciencia humana, conectado con el mundo infantil.
Contrary to how it may seem when we observe its output, an LM is a system for haphazardly stitching together sequences of linguistic forms it has observed in its vast training data, according to probabilistic information about how they combine, but without any reference to meaning: a stochastic parrot”. (Bender, 2021, p. 617).
Ficción y no-ficción en la textualidad fílmica
Si bien dotar de rigor suficiente a la exploración de nuestra hipótesis habría de cimentarse en un corpus extenso, mediante varios ejemplos proponemos, por una parte, un modelo analítico del texto fílmico y por otra, de modo implícito, una estructura potencial de demarcación de corpus futuros.
No es nueva la teorización de la ausencia de base ontológica de la separación entre géneros de ficción y documentales, siendo, por el contrario, verdad o falsedad cuestiones ajenas a la articulación de la representación. La aparente oposición ontológica no se situaba en el referente sino en el efecto referencial, concepto que “hace referencia a formas diferentes de operar desde el interior de los discursos” (Talens,1985, p.8). La dualidad era una taxonomía establecida por el Modo de Representación Institucional o normativización de las convenciones de la representación cinematográfica (Burch, 1987). Un mero efecto ideológico ejecutado mediante una estratagema retórica. “Es la pretensión de estatuto verídico −su carácter filocientífico aparente− y no lo efectivamente verdadero, lo que caracteriza al llamado documental” (Grau, 2002, p. 157).
Añadiremos que los hallazgos experimentales de la física cuántica, entre ellos el cuestionamiento del dualismo que compartimentaba realidad objetiva y observador externo, extienden este proceso erosivo anterior, el de la propia historia sociodiscursiva cinematográfica. Hemos de advertir que ello contribuye además a la desarticulación de lugares comunes muy frecuentados en torno al campo semántico de la hibridación, a causa del derrumbamiento de aquella premisa de opuestos que los sostenía. Presentaremos a continuación una breve muestra de ejemplos de textos fílmicos recientes que consideramos puedan apuntalar nuestra hipótesis, siempre desde la perspectiva sociocrítica de la atención primordial a los aspectos formales, esto es, la supremacía del significante lacaniana.
Hay tres películas internacionalmente reconocidas del español Isaki Lacuesta, Los pasos dobles, El cuaderno de barro y Entre dos aguas en torno a las que gira un corpus analítico −crítico y académico− en términos de cine transgenérico, de exploración a la vez real y fantasmática y en torno al concepto difuso de espectralidad (Martí-Olivella, 2014), “género hibridado entre la ficción y el documental” o “lenguaje hibridado” (Blanco, 2021, p. 60). En nuestro marco analítico, por el contrario, estaríamos ante una mirada sobre la inconsistencia de la realidad y las limitaciones humanas ante su comprensión y percepción, ante meras realizaciones textuales de una concepción del funcionamiento de la naturaleza acorde -junto con otras muchas capas- con los desconcertantes hallazgos experimentales de la física cuántica.
Detengámonos por ejemplo en la discordancia forma / contenido del comienzo del filme Los pasos dobles. Un primer plano de un rostro abofeteado mientras una voz en off le pregunta “¿Cómo te llamas?”. La pregunta y la bofetada se repite cuatro veces entrecortada con fundidos a negro. Lo singular es que estos cortes de montaje no están supeditados ni a la voz ni a la imagen de la escena en la forma convencionalmente esperable. Alguna de las bofetadas se ve y otras ocurren con la pantalla en negro, sólo las escuchamos. Esta discontinuación formal de un montaje que alterna las prioridades sensoriales visual y sonora, genera por inusual, una desconcertante sensación de desenganche caótico entre forma y contenido. ¿No cabe acaso interpretarlo no tanto como un distanciamiento del realismo sino como una mirada que naturaliza una espacio-temporalidad porosa? Es decir, un texto fílmico agujereado para abordar un universo granular, inaccesible a la comprensión del sentido común. ¿No se intuye una sintonía con una visión de la naturaleza en la que por ejemplo una causa pueda preceder a una consecuencia? La transcodificación textual en definitiva de unas grietas que no contemplaba el modelo de la física clásica. Este inicio textual desactiva expectativas fílmicas convencionales como sería que todos los cortes oculten las bofetadas, que todas las bofetadas sean visibles, o que la voz en off encaje ambos elementos del puzle. Se nos priva de la experiencia de algo parecido a lo que hemos experimentado como leyes de la naturaleza de un mundo visualmente representable, ahora conceptualmente colapsado.
El mediometraje Orders (Aleix Pitarch, 2021) es una pieza de animación que construye el grueso de su dramaturgia a partir de la supuesta reproducción sonora de la trascripción de una serie de llamadas telefónicas reales. Se trata, sin embargo, de un texto de ficción basado en una serie de casos policiales ocurridos en EEUU, en los que un delincuente, suplantando telefónicamente la identidad de un agente de policía consiguió obligar a varias personas a cometer delitos sexuales dándoles ordenes apoyadas en su condición de autoridad.
En el filme todos los acontecimientos transcurren en un radical fuera de campo, nada de lo que ocurre se ve ni se ilustra con la animación que acompaña a la banda sonora. En ella escuchamos en detalle un delito de abuso sexual, con un agresor, varios testigos que colaboran y la ausencia de resistencia de la víctima ante su sometimiento. Todo ello perpetrado por personas comunes que se conocen entre sí sin apenas vínculos jerárquicos, ni antecedentes ni perfil delictivo alguno. Todo el desarrollo dramático se basa en estas voces fuera de campo contrapunteadas con una animación minimalista, estilizada, que dibuja el entorno del lugar de los hechos de modo ajeno al horror de lo que escuchamos. La narrativa visual liviana, apartada del dramatismo y del ritmo del relato sonoro no solo no alivia la ansiedad escoptofílica de un relato fuera de campo, sino que reproduce formalmente para el espectador la asfixia de las personas encerradas a las que solo escuchamos. El efecto es una especie de atrapamiento en la imagen insustancial que reduplica la angustia dramática del encierro violento que escuchamos. Esta elección formal nos somete a una suerte de secuestro sádico de una realidad condenada al infierno de lo no representable visualmente, en el marco de la cultura contemporánea que todo lo muestra.
El efecto dramático del fuera de campo total, en el que la animación crea la esperanza de salir de una asfixia sin final durante la escucha de los hechos aterradores, es que la imagen solo nos dará falsa esperanza. Este insólito recurso formal tan evocador de la primacía del significante lacaniana, reduplica la creación de sentido idéntico al del contenido del texto: la voz telefónica de un individuo cualquiera autoinstaurado como demiurgo que construye una realidad, dando órdenes simuladamente policiales y llega a fabricar un mundo tan insoslayablemente real como el de cuatro seres humanos llevados a la depravación por el burdo engaño de un sádico que tan solo ha realizado una llamada telefónica.
Hallamos el texto fílmico titulado Un trabajo, una película de Xabier Martínez Soler, especialmente retador de todo dualismo. No solo ficción / documental, sino relato / making of, diálogo diegético / interpelación al espectador, entre otros. En el filme el solitario guarda de seguridad de una nave industrial abandonada se ubica ante una cámara a la que interpela en términos de “Yo hago lo que tú miras”, “Eres lo que sucede cuando miro”. Se rompe también la separación preproducción / producción al visualizar la primera, así como la separación producción/posproducción, en momentos en que el personaje pronuncia la palabra “rojo” y la imagen se tiñe de ese color. Innumerables elecciones de forma y contenido redundan en el objetivo de agrietar convenciones fílmicas asentadas.
Mencionamos Direktøren for det hele de Lars von Trier como aproximación irónica a una ficción en la que la voz en off del director introduce disquisiciones sobre el proceso creativo, sus lugares comunes o el momento de la aparición de los personajes. Todo formalizado mediante encuadres de cámara en cuyo centro difícilmente hallaremos a los personajes, sino grandes espacios vacíos que los desplazan del cuadro, situados preferentemente sobre sus cabezas.
La idea de un ansia por lo representable dentro del estatuto de lo visible aparecía ya en Film de Alan Schneider. Sobre un inquietante guion de Samuel Beckett donde una cámara que persigue la naturaleza esquiva de una mirada, de la mirada misma, encarnada en un personaje (el icónico Buster Keaton) en una carrera infructuosa por alcanzarlo. Más allá de otras consideraciones, es la muerte de la vieja mirada del observador objetivo fracasando, creando su propio fracaso en el intento no de ver, sino de mirar. Tal y como la observación cuántica descubre que crea lo observado en y por el acto mismo de la observación.
No perdamos de vista tampoco que muy recientemente la plataforma BBC ha producido la miniserie Cunk on Earth (2022), Netflix ha distribuido Death to 2020 (2021) y Death to 2021 (2021), una decantación abierta por la sátira en moldes de género documental.
El filme The Father de Florian Zeller llama la atención por trompicar el relato desde el inicio, sin ninguna pista más, trazando una realidad agujereada y discontinua que desconcierta. Este extrañamiento tentadoramente interpretable como paranormal o perteneciente al género fantástico, resulta no ser más que la perspectiva del protagonista, un enfermo de Alzhéimer, desconocedor de su condición. Esta experiencia de habitar una realidad troceada, -entre otros muchos significados- ¿no podría albergar también una metáfora del acceso troceado a la granularidad de la materia- como el único posible?
La priorización sociocrítica de los aspectos formales del texto no ha de suponer en modo alguno un menosprecio de su contenido. Pero recordemos no obstante que la lectura sociocrítica del contenido textual ha de tender a una búsqueda más de lo sintomático que de lo literal, en línea con los mecanismos oníricos de texto latente y texto manifiesto de la propuesta freudiana (Cros, 2022, p.191). En breve apenas mencionamos algunos ejemplos de filmes que alegorizan temas de la física cuántica, trasportándolos a la escala de lo humano tales como Coherence (2013) o Source Code (2011) acerca de la multiplicación de universos paralelos conectando el determinismo científico (entre lo cuántico y lo clásico) con el religioso-filosófico. Otro texto como Another Earth (2011) acude al topos de los universos paralelos para abordar el tema judeocristiano de la culpa. The Adjustment Bureau (2011) plantea abiertamente la cuestión del libre albedrío, en un universo en que la intervención divina se expresa con significantes tecnológicos como reiniciar, reconfigurar, etcétera.
Considero digna de mención, por último, la pieza teatral La voluntad de creer, del argentino Pablo Messiez, adaptación del filme Ordet de Carl Theodor Dreyer de1955. Su escenografía repudia el dentro / fuera de lo ficticio y lo real, alcanzando al estatuto ontológico del pacto del público que asiste a la representación teatral, así como la delimitación precisa del lugar en que ocurre la representación. El contenido del texto desafía el concepto de fe, incluida la del público en torno a su propia inmersión y a su rol integrante o no de la función. Se propone un espacio-tiempo que persigue el extrañamiento de la superposición de tiempos pasado y presente, de la realidad y de la ficción, de la prosa y de la poesía. Los actores entran y salen de sus personajes sin marca textual o barrera convencional alguna, se sostiene la simultaneidad de dos mundos (realidad y ficción), cancelando esta dualidad. Significativamente uno de los personajes sentencia: “no hay lugar para la metáfora”.
Declive de la imago paterna, posverdad y feudalismo tecnológico
La interpretación crosiana del campo cultural contemporáneo hallaba anclaje infraestructural en la finalización de la convertibilidad del dólar en oro a principios de los años 70 del siglo XX. Aquel acontecimiento habría supuesto el inicio de lo que hoy llamamos capitalismo financiero, una economía de lo inmaterial. Una transformación de tal envergadura habría de traducirse de algún modo en el ámbito de los superestructural. Era ahí donde Cros daba cuenta de cierto declive del patriarcado, como conjunto de acontecimientos ya constatados por Jacques Lacan en términos de debilitamiento de la solidez de la imago paterna (Roudinesco, 2021, 445). Entiéndase que el concepto hace referencia a la ausencia/presencia de límites, a la cancelación de una auctoritas como estructura simbólica psíquica y social. Entiéndase también que esta ley, este límite estructural llamado en origen función paterna, no hace referencia literal a un padre real dentro de una estructura familiar.
La realidad perdía así su solidez en el marco infraestructural de la economía financiera, impregnando con su inmaterialidad todos los niveles de la sociedad, sus discursos, sus textos, sus signos. Ocurre un desmembramiento de lo simbólico, del sentido mismo. La desestabilización de la noción realidad y el resto de vaciados simbólicos y suplantaciones conceptuales que subroga es un hecho. De aquella propuesta crosiana, que suscribimos, deriva una cierta pérdida de solidez de la realidad, análoga a la de una moneda sin equivalente en la solidez del metal oro. Diríamos que el capitalismo financiero es uno de los nombres actuales de la ausencia de límites.
El signo lingüístico que, en la economía clásica, se utiliza para representar el objeto, ya no desempeña su función de metáfora, ya no hace las veces de otra cosa, en cuanto el objeto ya está presente y no está representado por la lengua. La nueva economía psíquica cercena las leyes de la palabra “en cherchant à substituer l’image à la parole” (Melman, 2002, p.87). Este ocaso de la función de representación del signo, esta desaparición de su función metafórica, implica una total confusión del signo y del significante dado que el objeto ya está presente antes de ser representado por la palabra. Esta nueva economía psíquica se caracteriza pues por una regresión del orden simbólico.
No puede resultar extraña en tales circunstancias la proliferación del ideologema posverdad (Post-Truth) nacido en la prensa estadounidense en 1992 en el marco de la guerra de Iraq y su desarrollo conceptual inicial -sin duda objetable- llevado a cabo por Keyes (2004). Siguiendo su definición, podemos decir que se nos muestra una verdad personalizada, perfilada, específicamente condimentada para cada paladar, ceñida a nuestra concepción del mundo, cerrada a ampliarse, pasteurizada de desafíos intelectuales, de manera que resulte más apetecible que la factualidad. Una versión del mundo filtrada mediante algoritmos tecnológicos que tiende a reforzar nuestras propias creencias previas. Su potencial como generador de desconfianza social, vista su componente de propaganda totalitaria, es una de sus consecuencias más destacables.
Proponemos aquí un nuevo anclaje interpretativo infraestructural, una mutación más reciente del capitalismo. Una metamorfosis mayor que sus precedentes. Mayor que la segunda revolución industrial, cuando el electromagnetismo introdujo las grandes corporaciones financiadas por entidades bancarias. El momento en que “Ford, Edison y Krupp reemplazaron al panadero, al cervecero y al carnicero de Adam Smith” (Varoufakis, 2021). Una mutación también mayor que la desregulación del capitalismo oligopólico de los años 70 que lo transformó en capitalismo financiero. Se trataría de una mutación de este capitalismo inmaterial que -sin cancelarlo- tiene lugar a partir del año 2008, momento en el cual los bancos centrales comienzan a reflotar las finanzas globales mediante su capacidad de impresión de dinero. Este hecho supone una discontinuidad clave que hace que las ganancias privadas dejen de impulsar la economía mundial. Al mismo tiempo las plataformas digitales han reemplazado a los mercados como lugar de extracción de riqueza privada. Su capital (datos, información monetarizable) es producido gratis por los propios usuarios, sin horario laboral, en el contexto de una economía de la atención, que explota la orientación al lucro de software, algoritmo y dispositivo. No se trata de una desaparición de las relaciones capitalistas, sino de su superación por las tecno- feudalistas (Varoufakis, 2021). Una suerte de totalitarismo corporativo.
Proponemos considerar esta tercera mutación del capitalismo como fundamento infraestructural para una extensión de aquella interpretación crosiana basada en la desaparición del patrón oro, así como la indagación de sus consecuencias simbólicas. En este marco hemos pretendido ubicar -en calidad de transcodificaciones sociodiscursivas de lo infraestructural- ideologemas como posverdad, metaverso, realidad virtual y otras muchas mutaciones simbólicas tales como la fractura del dualismo realidad/ficción en la textualidad cinematográfica, en las artes escénicas y en otros discursos sociales. En todos ellos creemos posible encontrar la mediación de los hallazgos experimentales de la física cuántica, funcionando en cierto modo en términos similares a los descritos por Edmond Cros para la óptica fisiológica de von Helmholtz.
Un elemento clave de los conceptos observados es una recurrente descontextualización de su la complejidad con que la historia de la filosofía (no solo la occidental) se ha aproximado en cada momento histórico a lo largo de milenios. No podemos abandonar ni perder de vista la genealogía milenaria de conceptos como realidad, ficción, verdad, universo, inteligencia, humano, naturaleza, artificial, cuerpo, universo, etcétera. Su pertenencia al campo de la filosofía (la verdadera ciencia del saber, objeto de cierta suplantación por parte del a ciencia moderna), de la historia de evolutiva de la conciencia humana en su devenir a través de diferentes etapas históricas, Evitaremos así el riesgo de ser partícipes de un vaciado simbólico que pone en juego el compromiso moral, social e ideológico de toda investigación académica.
Si lo Real lacaniano era inquietante por estar, por definición, fuera de toda posibilidad de simbolización, el siguiente paso, detonado empíricamente por la física experimental, el desvelamiento del desconcertante mundo cuántico amenaza con algo aún más aterrador: ni siquiera en lo Real hay nada digno de ser considerado consistente. Ya no quiebran las relaciones entre la conciencia y el mundo exterior, sino que es el propio mundo, la naturaleza, la esencia de la materia y nuestras conceptualizaciones previas acerca de ésta lo que se desvanece ante la teorización, experimentación y divulgación de la física cuántica.